Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100276
Legislatura: 1889-1890
Sesión: 9 de abril de 1890
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Duque de Mandas.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 135, 2327-2328.
Tema: Proposición incidental del Sr. Lasala (Duque de Mandas) y otros, sobre palabras relativas a la monarquía, pronunciadas por el Sr. González (D. José Fernando).

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Señores Senadores, si en efecto se tratase de votar lo que dice la proposición que acaba de apoyar con verdadera elocuencia el Sr. Duque de Mandas, es a saber: ?que el Senado ha oído con pena las palabras del Sr. D. José Fernando González, y con alegría y satisfacción las pronunciadas por el Sr. Senador Martínez Campos?, el Gobierno se adheriría con mucho gusto a ella y pediría a la mayoría que la votase por unanimidad. Pero no es eso; lo que la proposición significa, porque lo ha dicho bien claro S.S.; lo que la proposición quiere decir es, que ni el Presidente, el dignísimo Presidente de la Cámara, ni el Gobierno, ni la mayoría han cumplido con sus deberes monárquicos tan bien como el señor general Martínez Campos; y eso no es exacto, y por lo mismo declaro que la proposición no puede ser admitida. ¡No faltaba más sino que valiera el que unos cuantos pudieran atribuirse la exclusiva en esto de cumplir los deberes monárquicos, como si los demás no procurásemos por el esplendor y por la suerte de la Monarquía con el mismo deseo, con el mismo anhelo que los que pretenden defenderla con mayor empeño! ¿A dónde iríamos a parar? ¿A dónde se llevaría a la Monarquía si no tuviese más defensores que SS. SS.? Es necesario que esos exclusivismos desaparezcan; y por bien de la misma Monarquía, que tanto alardeáis de defender, no deberíais nunca poner en duda el monarquismo de los demás, que es por lo menos tan sincero y tan honrado como pueda serlo el vuestro.

Yo declaro, como lo hice ayer, que oí con profunda pena las palabras del Sr. González; pero declaro también que contra las palabras del Sr. González no se pudo hacer más de lo que se hizo, porque al pretender otra cosa parece que el Sr. Duque de Mandas ignora las leyes de este país; parece que desconoce la hermosa y feliz libertad de la tribuna española, que si es cierto que envuelve inconvenientes, también tiene inmensas ventajas, las cuales en el mundo no suelen existir sin aquellos. ¿Qué quería S.S. que hubiéramos hecho con el Sr. González? ¿Lo que se ha hecho en otros países? ¿Arrojarlo de este sitio? (El Sr. Duque de Mandas: No he dicho eso). Pues entonces, ¿qué íbamos a hacer? (Varios Sres. Senadores: Protestar enérgicamente. ?El Sr. Fuenmayor: Si no se quería, ¿a qué era el recuerdo?) Claro está que es necesario que todos los Sres. Senadores tengan prudencia, que no abusen de la libertad parlamentaria de que disfrutan, y que no abusen tampoco de su inviolabilidad; pero a la vez es necesario que la prudencia exista en todos, no en unos pocos, que, al fin y al cabo, ayer todos vimos que el Sr. González fue provocado. (Rumores. ?El Sr. Duque de Tetuán pide la palabra. ?El Sr. Fuenmayor: Provocado inocentemente). El Sr. González declaró en su rectificación que aquellas palabras, que sonaron mal en los oídos de todos los Sres. Senadores eran su respuesta a una interrupción de otro Sr. Senador, y que a lo de las vergüenzas de la República, un republicano, que ha sido Ministro de la República, contestó: ?También yo pudiera contar vergüenzas de la Monarquía?. (Un Sr. Senador: No dijo eso). Así lo dijo el Sr. González en su rectificación, y era realmente la mejor de las explicaciones, que podía pedírsele. Pero todavía a la protesta justificada del Senado, ¿qué contestó ese señor Senador? Pues contestó que se refería a vergüenzas de la Monarquía histórica, y nos ofrecía una página de nuestra historia, la página aquella en que Carlos IV abdicó el Trono de España en Napoleón I, entregando el territorio español al extranjero, y la otra en que Fernando VII lamía, como dijo el señor González, los pies del vencedor y del coloso, para someterse a su arbitrio.

En último resultado, ¿qué más explicación podemos demandar a uno que se dice republicano? ¿No quería eso decir que la Monarquía, a que él hizo referencia, no era la Monarquía actual? Y en efecto, ¿qué tiene que ver la Monarquía aquella con la actual? ¿Qué tienen que ver aquellas instituciones con la institución actual? (Bien, muy bien). Eso demuestra claramente que el Sr. González respetaba, como debe respetar, la Monarquía vigente, las instituciones que nos rigen.

¡Que no estuve bastante enérgico en mi protesta! ¿Qué había de hacer yo con un Sr. Senador que falta más o menos abiertamente al Reglamento? ¿Qué autoridad tengo yo como Gobierno sobre un Senador? La única que puedo atribuirme es la de la protesta, y ésta la hice, porque no se necesita para protestar desatarse en desaforados gritos, ni cometer violencias, bastando hacerlo con prudencia para protestar debidamente, como protesté yo. ¿Qué más podía decir?

Por lo demás, ¿es que el Senador quiere arrojarlo de seno? Que lo haga; será con mi protesta, porque otra cosa, que lo que hice, no se podía ni debía hacer. El correctivo, que se debía poner, se puso: el Presidente le llamó por primera vez al orden; a la segunda el Senador se dio por llamado la tercera, y se sentó, que era el mayor respeto que podía ofrecer a la Presidencia y a la Cámara.

Formulaba yo mi protesta y la del Gobierno contra las palabras del Sr. González, y éste me replicó: ?¿Es que tenemos ya los partidos legales e ilegales?? ?No (contesté yo); rechazo ahora, como siempre, esa teoría contra la que tanto he combatido; hablo de los hechos legales o ilegales con perfecta razón, porque la forma de gobierno no se puede discutir más que cuando se ofrezca aquí puesta al debate conforme a las leyes, por los trámites que sean necesarios y en un caso constituyente?. (El Sr. Marqués de Pidal pronuncia palabras que no se oyen). ¿Que eso no es correcto? (El Sr. Marqués de Pidal: Tratándose de una Monarquía hereditaria, no. Pido la palabra). De ese caso no he dicho nada, sino del que he supuesto.

?No se puede discutir (y S.S. no tiene ese derecho, y no debe escudarse en la inviolabilidad que le da el cargo de Senador para hacerlo) cosas que aquí no deben discutirse, ni ser atacadas ni censuradas, ni emplear palabras malsonantes respecto a ellas; porque si S.S. puede hacerse cargo de un episodio más o menos triste de nuestra historia, frente al cual opondremos otros de sus páginas más gloriosas, de ninguna manera puede considerarse ese episodio como algo general para todas las Monarquías, y particularmente para la actual, que ampara la Constitución y vive encarnada en nuestro pueblo. No ha hecho bien S.S., por más que, fuera de mis palabras, en uso del derecho que le concede el Reglamento, ha impuesto a S.S.; pero no ha hecho el Sr. González bien [2327] en usar de la inviolabilidad del Senador para decir cosas que son indebidas, que no puede exponer S.S., y contra las cuales el Gobierno protesta enérgicamente.

Yo deseo que de mis palabras resulte bien explícita y enérgica la protesta que, como contestación, opongo a las de S.S. El Sr. González lo ha visto; ha dicho esas palabras con la protesta de toda la Cámara, absolutamente con la protesta de toda la Cámara; y de haber yo podido interrumpir a S.S. me hubiera levantado en el acto, como lo habrían hecho todos los Senadores, lo mismo los de la mayoría que los de las minorías, para contestarle como ahora lo hago, porque eso no se puede tolerar; eso no se tolera en ninguna parte, ni en las Repúblicas ni en las Monarquías; porque S.S. tiene derecho para expresar aquí sus opiniones como lo tenga por conveniente, pero no para hacer uso de la inviolabilidad, que el cargo de Senador le da, para censurar las instituciones y para atacar a la Monarquía. (El Sr. Ortiz de Pinedo: Pido la palabra). Además, señores Senadores, ¿es prudente entrar en el Senado con la fórmula del juramento que se ha leído, para después faltar a él? ¿Es que a aquel, que da su palabra de honor, le está permitido faltar a esa palabra? Pues si eso no se permite fuera de aquí, no puede ser tolerado aquí, a pesar de la inviolabilidad de su señoría?.

¿Se puede dar una protesta más enérgica? ¿Qué quería el Sr. Duque de Mandas que hiciera yo? ¿Qué más podía decir, sin olvidar las conveniencias a que no se debe faltar, por la dignidad de este Cuerpo y por el decoro del Gobierno? Vengan las palabras que S.S. aplaude tanto; póngalas enfrente de las mías, y yo estoy seguro que de la comparación no ha de resultar menos enérgica mi protesta que aquella que a S.S. agradó tanto.

Después de todo, una vez explicadas las palabras, como las explicó el Sr. González, refiriéndose a una Monarquía absoluta y a un período de triste memoria, ¿qué había de hacer yo? ¿Podía tener entusiasmo para romper lanzas por la Monarquía absoluta, cuando declaro que estoy tan separado de ella como de la República? (Bien, bien, en la mayoría).

Yo no podía hacer más que lo que hice. Yo cumplí con los deberes de Gobierno; cumplí con los deberes de representante de la mayoría, en cuyo nombre hablo. Si la proposición se extiende a la mayoría y a las minorías, la votaremos todos; si no se extiende más que a una parte de las minorías, no; porque eso es una injusticia insigne. Y además, declaro que la proposición debe comprender en primer lugar al ilustre Presidente de esta Cámara, que supo poner término a aquel debate y el correctivo debido a las palabras censuradas del Sr. González.

Y es muy extraño, Sres. Senadores, que los que tanto defienden la inmunidad y la inviolabilidad parlamentarias para actos ejecutados fuera del Parlamento, ahora prescindan con tanta llaneza de la inviolabilidad del Parlamento, en el cual reciben aquéllos, como ha sucedido en este caso, la protesta inmediata y merecida. ¿Se quiere poner al Gobierno dificultades por todo y para todo? Póngase en buena hora, que el Gobierno sabrá defenderse, porque está dispuesto a que la dignidad del Gobierno y su decoro no se quebranten, en bien de los intereses generales que le están encomendados. Conste que el Gobierno declara desde ahora que no está dispuesto a sufrir ataques de cierto género y que los devolverá en los mismos términos en que se le dirijan.

Es necesario que se persuadan todos, lo mismo los Sres. Senadores que están enfrente del Gobierno que los que marchan a su lado, que el Gobierno, para cumplir con su deber, no solo se inspira en los señores Senadores que apoyan y defienden su política, sino que quiere también inspirarse en los Sres. Senadores de la oposición; el Gobierno quiere gobernar con la ayuda de todos, porque, gobernando con la ayuda de todos, está muy seguro de sacar adelante la nave del Estado. Es verdad que para realizar si difícil misión encuentra algunas dificultades; pero yo tengo el dolo de decir que las dificultades que encuentra no se hallan fuera de aquí; más bien se encuentran en el Parlamento, porque no es el país el que pone obstáculos a la acción del Gobierno, sino ciertos políticos que no se avienen con la situación que tienen. Yo tengo la culpa de eso; mi culpa, mi gravísima culpa, mi pecado, pero mi gran pecado, que merece todas las penas del infierno, no es la lenidad que unas veces me atribuís, ni la energía que me achacáis otras, sino la suerte de haber gobernado este país cerca de cinco años; suerte que no es obra de mis méritos, sino que es debida a la virtud de los principios liberales, cuya aplicación en los tiempos presentes es una ley social y una ley política ineludible. (Bien, muy bien).

Yo tengo la seguridad de que mi lenidad y mi energía, mis defectos de carácter y mis defectos de conducta, todo me será perdonado; pero el exceso, el desafuero, la monstruosidad de llevar cinco años gobernando y resolviendo los conflictos, saltando por las dificultades sin grandes conmociones, ni grandes peligros, ¡ah! eso, ni me lo perdonan, ni me lo perdonarán jamás muchos de los que ahora me combaten. (Bien, muy bien).

Yo declaro que si no se tratara más que de mi personalidad, hace ya mucho, pero muchísimo tiempo, que habría dado gusto a los que con tanta injusticia y con tan gran tenacidad me combaten; pero tengo deberes que cumplir, más todavía que con mi partido, con mi país y con las instituciones, y mientras esos deberes me impongan la permanencia en este puesto, no he de dejarlo, a pesar de todas las injusticias y de toda la tenacidad de cuantos ataques se me dirijan. (Bien, muy bien en la mayoría).

No quiero continuar, Sres. Senadores; pero voy a concluir diciendo al Sr. Duque de Mandas que, para declarar que he oído con pena las palabras del señor González, me tiene a su disposición y tendrá a su lado a la mayoría; para declarar que hemos escuchado con gusto las palabras del señor general Martínez Campos, todavía me tiene más a su disposición, y tendrá más a su disposición a la mayoría, que sin duda alguna, a la mayoría como a mí nos gusta más aplaudir que censurar; pero para hacer una excepción del Sr. Presidente de la Cámara, del Gobierno o de la mayoría, para eso no, y pido a la mayoría que como un solo hombre vote contra una proposición que envuelve injusticia tan grande. (Bien, muy bien en la mayoría). [2328]



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